Te encuentras paralizado de miedo y te observas a ti mismo de esa manera, sin embargo en el fondo de ti sabes perfectamente qué tienes que hacer para levantar tu ánimo y, sobre todo, qué haría feliz a tu corazón.
Sabes también que está en tus manos dar el paso para continuar, pero no lo haces: has escuchado internamente qué es lo que necesitas y algo en ti te lo niega. ¿Por qué ocurre esto?
El miedo suele ser el causante de la mayoría de situaciones negativas en las que nos vemos envueltos y superarlo normalmente nos conduce a grandes alegrías.
Es posible que El miedo suele ser el causante de la mayoría de situaciones negativas en las que tengas las cosas más claras que cómo las percibes o también es probable que sepas la respuesta al siguiente movimiento en tu vida y que sea el temor y el pánico el que te mantenga quieto en la posición en la que estás.
¿Cómo me siento?
La respuesta a esta pregunta es bastante complicada porque exige mucha paciencia y cariño con uno mismo: con el fin de responder se te obliga a ser sincero y hablarte sin tapujos, por lo que puede suponer un gran esfuerzo emocional de tu parte.
La clave: el saber racional y el saber emocional
Todos nosotros disponemos de dos tipos de fundamentos para tomar decisiones: uno que tiene que ver con la parte más instintiva y racional del cerebro; el otro con su zona más emocional e impulsiva.
La primera de ellas está ligada al control de las situaciones y la búsqueda de seguridad, por lo que es muy útil en los momentos en los que se requiere frialdad de actuación. La segunda, como su nombre indica, está unida a los sentimientos.
Ambas se relacionan, a pesar de que como personas nos inclinemos inconscientemente hacia un lado u otro: por ejemplo, hay quienes son más empáticos que otros.
Si te encuentras que racionalmente conoces qué tienes que hacer pero emocionalmente no sabes por qué no lo haces, quizá sea porque nuestros movimientos más humanos necesitan ser impulsados por esa parte emocional.
Reorganiza las motivaciones
El conflicto no tiene que estar motivado por la razón, sino que lo bueno sería que lo guiara la emoción: si tienes que hacer algo, primero tienes que sentir que quieres hacerlo.
Pongamos por ejemplo que eres consciente de que tienes que hacer una dieta porque tu salud se está resintiendo y, sin embargo, no consigues llevarla a cabo.
El problema es que emocionalmente no quieres ponerte a dieta y tu falta de voluntad flaquea.
Reorganiza tus motivaciones y escucha bien hacia dónde quieres de verdad ir, no hacia dónde deberías ir ya que a veces la razón no nos deja ser felices.
Date el tiempo suficiente para encontrar el camino que te dicta el corazón y lucha contra tus miedos y tus traumas si te impiden hacerlo.
Puedes vencer y merece la pena vencer: solo así sabrás que lo que estás haciendo se corresponde con lo que de verdad anhelas.