¿Justificamos nuestra manera de ser con nuestro carácter?
Es frecuente que, para justificar determinados comportamientos, oigamos o que nosotros mismos usemos expresiones como “es parte de su carácter”, “él/ella es así”, “con la edad que tiene ya no puede cambiar” o “es que yo soy así”.
¿Todo esto es cierto o más bien son posturas cómodas para ahorrarse el esfuerzo de cambiar?
¿Podemos cambiar cuando somos pesimistas o perezosos o melancólicos o poco amantes de relacionarnos con el otro o muy confiados? ¿Es posible que, en una pareja en la que hay conflictos, ambos podamos modificar nuestros caracteres?
Es difícil definir por qué somos así o de otra manera. Es decir, por qué somos envidiosos o tolerantes o caprichosos o coléricos o paranoides o dependientes u obsesivos, por poner sólo algunos ejemplos.
La persona es el resultado de una confluencia de fuerzas y de circunstancias: desde la carga genética a la relación con las figuras más influyentes, los padres, pasando por la ciudad en donde hemos vivido, la cultura que respiramos e incluso los profesores que tuvimos, así como los amigos, la familia y un largo etcétera de situaciones que han ido configurando cómo somos y cómo es nuestro carácter.
En definitiva, somos el resultado de nuestro temperamento y de nuestro carácter. El temperamento es inamovible, pero el carácter sí es posible su modificación.
El carácter, pues, representa la originalidad de cada uno de nosotros; el carácter es lo que hace que yo sea diferente e irrepetible.
Cada uno de nosotros tiene un concepto de sí mismo que refleja la imagen que tenemos de nosotros mismos. La personalidad, pues, es el resultado de la naturaleza (genes) y del aprendizaje (experiencia).
Tipos de carácter
# 1.- EL NERVIOSO. Es una persona que cambia continuamente de intereses y de ocupación. Es inestable y su voluntad es muy débil. Generalmente es cariñoso y sociable. Es extrovertido.
# 2.- EL SENTIMENTAL. Es tímido e inseguro, pero muy reflexivo y generalmente busca el aislamiento y la soledad y tiene problemas para adaptarse a cosas nuevas.
# 3.- EL COLÉRICO. Se caracteriza por sus arrebatos. Se deja llevar por la primera impresión y es poco constante. Abandona las actividades cuando sospecha algún peligro (real o fantaseado).
# 4.- EL APASIONADO. Es una persona muy dedicado a su trabajo. Le gusta el estudio y vive siempre ocupado.
# 5.- EL SANGUÍNEO. Es muy cerebral y da la sensación de una persona fría. Es trabajador y curioso y se adapta bien a cualquier ambiente.
# 6.- EL FLEMÁTICO. Es reposado y tranquilo y también muy ordenado. No le gusta el trabajo en equipo. Además, es dócil y metódico.
# 7.- EL AMORFO. Es perezoso. Es despilfarrador, impuntual y carece de entusiasmo. Aunque es sociable y extrovertido, suele aplazar las tareas y es muy desordenado.
# 8.- EL APÁTICO. Es depresivo y pasivo y tiene poca iniciativa. Es perezoso y poco interesado en las actividades cotidianas.
Lo que nos impide cambiar
Solamente los ‘dioses’ son inmutables, pues tienen la plenitud. Por el contrario, el ser humano es esencialmente cambio y en él es donde encuentra el camino del progreso; sobre todo el cambio más estructural nos lleva a “crecer psicológicamente” y a posibilitar el desarrollo completo de todas las facultades.
Pasos para el cambio
Considero que toda persona, sobre todo en la infancia y juventud, tiene capacidad para ir modificando su actitud ante la vida e ir cambiando los aspectos de su personalidad que le provocan más rechazo o malestar.
1.- TENER UN CLARO DESEO DE CAMBIAR
2.- DARSE TIEMPO PARA EL CAMBIO
3- PEDIR AYUDA PROFESIONAL SI ES NECESARIO
4.- NO SER COPIA DE NADIE